De Karbala al Imamato: La Vida del Imam Muhammad al-Baqir (P)

De Karbala al Imamato: La Vida del Imam Muhammad al-Baqir (P)


Este artículo ofrece un vistazo a la vida del Imam Baqir (P), presentando algunas de sus historias y abordando los milagros que se relatan sobre él.‌

 

El Imam Muhammad al-Baqir (P), el 5to Imam infalible en la doctrina islámica, representa un linaje noble y una figura clave en la historia del Islam. Su nombre original era Muhammad, y su título más reconocido, "al-Baqir", significa "el que revela el conocimiento".

Hijo del Imam Zayn al-Abidin (P) y de Fátima, hija del Imam Hasan al-Muytaba (P), el Imam al-Baqir (P) es el primer Imam que desciende directamente de ambos hijos del Imam Ali (P) y Fátima (P), la hija del Profeta Muhammad (PBD).

Un hito crucial en la vida del Imam al-Baqir (P) fue su presencia en Karbala durante el trágico evento de Ashura en el año 61 de la Hégira, donde, siendo aún niño, presenció el martirio de su abuelo, el Imam Husain (P), junto a su padre. Este evento marcó profundamente su vida y le proporcionó una perspectiva única sobre la resistencia y el sacrificio en la búsqueda de la justicia.

Tras el martirio de su padre, el Imam Zayn al-Abidin (P), en el año 94 de la Hégira lunar, el Imam Muhammad al-Baqir (P), con 36 años, asumió el cargo del Imamato. Su período de Imamato, que duró 19 años y dos meses hasta su propio martirio, estuvo marcado por un florecimiento sin precedentes del conocimiento islámico.

Según los informes históricos, el Imam al-Baqir (P) nació el primer día del mes de Rayab del año 57 de la Hégira lunar. Su título más famoso, "Baqir al-Ulum", "el que abre el mar del conocimiento", refleja su profunda erudición y su dedicación a la enseñanza. Este título, fue proféticamente otorgado por el Profeta Muhammad (PBD) mucho antes del nacimiento del Imam.

 

Predicción del Profeta Muhammad (PBD) sobre el nacimiento del Imam Baqir (P)

Se ha narrado que un día, el Mensajero de Dios (PBD) le dijo a uno de sus compañeros llamado Yabir Ibn Abdul-lah al-Ansari: “Tendrás una vida larga y vivirás tanto que veras a uno de mis descendientes llamado Muhammad Ibn Ali Ibn al-Husain Ibn Ali Ibn Abi Talib, quien en la Torá es llamado Baqir. Cuando lo veas, transmítele mis saludos a él.”

Pasaron los años. Un día, Yabir entró en la casa del Imam Imam Sayyad (P). Vio a Muhammad Ibn Ali (Imam Baqir), que era un joven. Entonces dijo: "¡Por Dios de la Kaaba! La apariencia de este joven es la apariencia del Mensajero de Dios". Luego le preguntó al Imam sayyad (P): "¿Quién es este joven?" Respondió: "Este es mi hijo y el Imam después de mí, Muhammad al-Baqir." Al escuchar esto, Yabir se levantó, dobló las rodillas ante a los pies del Imam Baqir (P) y dijo: "¡Mi alma sea sacrificada por usted, Oh hijo del Mensajero de Dios! Acepte los saludos de su padre. El Mensajero de Dios le envía saludos..." Los ojos del Imam Baqir (P) se llenaron de lágrimas, y luego dijo: "¡Oh Yabir! Que la bendición de Dios sean con mi abuelo, el Profeta Muhammad, mientras existan los cielos y la tierra. Y la paz sea contigo, Oh Yabir, por transmitirme sus saludos.” [Bihar al-Anwar, 46/223]

 

Trabajo y Esfuerzo en el Pico del Ascetismo y la Piedad

Al contrario de la percepción de aquellos con una mentalidad estrecha que asocian la ascética y la piedad con la vestimenta de lana, el aislamiento y la reclusión, el Imam Baqir (P) demostró que el trabajo y el esfuerzo pueden coexistir con la más profunda devoción. Para aquellos que creen que la búsqueda del sustento es incompatible con la confianza en Dios, el Imam (P) ofreció un modelo diferente. En el punto más alto del ascetismo, la piedad, la adoración y la sumisión a Dios, el Imam Baqir (P) era una persona de trabajo y esfuerzo, y se sentía profundamente incómodo con la idea de depender de otros para su sustento.

Un ejemplo ilustrativo es la historia de Muhammad ibn al-Munkadir, un asceta famoso de la época del Imam Baqir (P), quien compartía ciertas tendencias con los sufíes. El propio Muhammad ibn al-Munkadir relata un encuentro revelador:

"En un caluroso día de verano, salí de Medina hacia uno de sus suburbios. De repente, en ese aire sofocante, me encontré con Muhammad ibn Ali al-Baqir (P), quien, a pesar de su alto estado social, estaba trabajando con la ayuda de dos trabajadores, atendiendo los asuntos de la vida. Me dije: '¡Un gran hombre de la familia del Profeta (PBD), en una hora tan calurosa y agotadora, y con tal condición física, está pensando en trabajar en este mundo! Por Dios, debo acercarme a él y aconsejarlo.'

Me acerqué a él y lo saludé. Él, jadeando y sudando, respondió a mi saludo. Aprovechando la oportunidad, le dije: '¡Que Dios arregle tus asuntos! ¿Por qué una gran persona como tú se preocupa por el mundo y busca sustento en tales circunstancias? De verdad, si la muerte te llegara en tal estado, ¿qué harías?'

El Imam Baqir (P) se detuvo, y dijo: “Por Dios, si la muerte me llegara en tal estado, de hecho me habría llegado en estado de obediencia a Dios. Este esfuerzo mío es en sí mismo obediencia a Dios, porque es con estas acciones que me hago autosuficiente de ti y de otras personas (para no extender la mano de necesidad y no pedir a nadie).”

Muhammad ibn al-Munkadir concluye: "Después de escuchar estas palabras, le dije al Imam: 'Que Dios tenga piedad de ti. Yo quería aconsejarte, pero en verdad tú me has aconsejado.'" [1]

 

Presencia Constructiva y Efectiva en la Sociedad

El Imam Baqir (P), si bien enfatizaba la importancia de la autosuficiencia y el esfuerzo personal, nunca limitó su vida a la mera búsqueda del sustento. Su principal esfuerzo se centró en una presencia constructiva y efectiva en la sociedad. Entendía que, si bien evitar ser una carga para los demás era crucial, el objetivo supremo de la vida no era solo el bienestar material. Los verdaderos valores de la vida no debían ser ignorados en la búsqueda de logros mundanos.

El Imam Baqir (P) tuvo un impacto científico y práctico significativo en su época. La asistencia a foros científicos y el establecimiento de reu n i o nes culturales fueron ejemplos de su servicio a la comunidad musulmana, reconociendo que cualquier progreso social en las dimensiones moral, espiritual, económica y cultural depende del desarrollo intelectual y cultural.

Para ilustrar el papel vital del Imam Baqir (P) en la sociedad islámica, basta con recordar que los eruditos concuerdan en que las seis personas más versadas en jurisprudencia al inicio de la cadena de juristas fueron compañeros y estudiantes del Imam Baqir (P) y del Imam Sadiq (P). [2] Las palabras de Hasan ibn Ali al-Washa, [3] contemporáneo con el Imam Reza (P), son una clara evidencia de esto: "Encontré novecientos maestros y grandes narradores de hadices en la mezquita de Kufa enseñando, todos los cuales narraban hadices del Imam Sadiq (P) y del Imam Baqir (P)." [4]

Los investigadores consideran al Imam Baqir (P) y al Imam Sadiq (P) como los fundadores de la Escuela jurisprudencial de Ahl al-Bayt (P). Gran parte del contenido de los cuatro libros principales de la escuela Shia (Kafi, Man La Yahduruh al-Faqih, Tahdhib y Istibsar) se derivan de los hadices de estos dos Imames (P).[5]

 

Autoridad y Respuesta a las Preguntas de la Gente

Abu Basir relata: "El Imam Baqir (P) estaba sentado en Masyid al-Haram, rodeado por un gran grupo de sus seguidores. En ese momento, Tawus al-Yamani se acercó con un grupo y preguntó: '¿En torno a quién se ha reunido la gente?'"

"Dije: 'Es Muhammad ibn Ali (Baqir al-Ulum, la paz sea con él) quien está sentado y la gente se ha reunido a su alrededor.'

Tawus al-Yamani dijo: 'Yo también tenía preguntas.' Luego se acercó, saludó y se sentó y dijo: '¿Me permites hacerte algunas preguntas?'

El Imam Baqir (P) respondió: '¡Sí, pregunta!' Tawus al-Yamani formuló sus preguntas, y el Imam (P) le proporcionó las respuestas adecuadas."[6]

Abu Hamza al-Thumali también relata: "Estaba sentado en Masyid al-Nabi, cuando un hombre se acercó, saludó y dijo: '¿Quién eres tú?'"

"Le dije: 'Soy un hombre de la gente de Kufa. ¿Qué quieres y qué buscas?'

El hombre dijo: '¿Conoces a Abu Ya'far, Muhammad ibn Ali al-Baqir (P)?'

Dije: 'Sí, ¿qué quieres de él?'

Dijo: 'He preparado cuarenta asuntos para preguntarle.'"

En ese momento, el Imam Baqir (P) entró, mientras un grupo de la gente de Jorasán y otras personas estaban a su alrededor y le preguntaban sobre las leyes del Hayy. Ese hombre también se sentó cerca del Imam y planteó sus preguntas y recibió las respuestas correspondientes." [7]

Estos ejemplos, entre muchos otros, revelan la activa labor del Imam Baqir (P) para responder a las diversas necesidades de la gente.

 

Atención a los Necesitados

La generosidad y compasión del Imam Baqir (P) eran legendarias. Se dice que nunca un necesitado se acercó a él sin recibir ayuda.

El Imam Baqir (P) siempre recomendaba que, al dirigirse a los necesitados, se utilizaran los mejores nombres y títulos, evitando palabras o descripciones feas e irrespetuosas.[8]

El Imam Sadiq (P) relata: "Mi padre, aunque en términos de recursos financieros estaba en un nivel inferior en comparación con otros parientes, y sus gastos de vida eran mucho más que los de los demás, daba limosna a los necesitados todos los viernes y decía: 'Dar limosna el viernes tiene un valor mayor, así como el viernes en sí mismo tiene superioridad sobre los demás días.'"[9]

El Imam Sadiq (P) también compartió: "Un día fui a ver a mi padre, mientras distribuía ocho mil dinares entre los necesitados de Medina y había liberado a once esclavos."[10]

 

Generosidad y Cortesía hacia los Amigos

La hospitalidad del Imam Baqir (P) era inigualable. Amr ibn Dinar y Abdullah ibn Ubayd relatan: "Nunca fuimos a ver al Imam Baqir (P) sin ser recibidos con regalos, ropa y recursos financieros, y él decía: 'Los había preparado para ti de antemano.'" [11]

Esta frase, aparentemente, tenía como objetivo evitar que sus amigos se sintieran avergonzados o que pensaran que estaban imponiendo una carga al Imam (P).

Salma, una de las sirvientas de la casa del Imam Baqir (P), dice: "Algunos de los amigos y conocidos del Imam Baqir (P) venían a la casa del Imam (P) y no salían sin haber comido y, a veces, recibir ropa y dinero." Salma confiesa que, en ocasiones, le comentó al Imam sobre los gastos que esto implicaba, sugiriendo moderación. Sin embargo, el Imam (P) respondía: "¡Oh Salma! La bondad del mundo es atender a los hermanos y amigos y conocidos." En ocasiones, llegaba a regalar quinientos o incluso mil dirhams.[12]

Aswad ibn Kathir relata:

Afligido por una calamidad que me empobreció, me vi abandonado por mis amigos. Afligido y solo, busqué consuelo en el Imam Baqir (P). Le expuse mi penuria, la crueldad de mis otros cercanos, y mi desesperada necesidad.

Con compasión, el Imam Baqir (P) respondió: '¡Qué indignos son aquellos que solo se preocupan por ti en tiempos de prosperidad y poder, y luego te olvidan en la adversidad! (¡Qué hipócritas son aquellos que desaparecen cuando más los necesitas!)'

Entonces, el Imam (P) ordenó a su sirviente que me entregara setecientos dirhams. Luego me dijo: “Utiliza este dinero con prudencia 'y cuando se agote y aún necesites ayuda, házmelo saber sin dudarlo.”[13]

 

Paciencia y Tolerancia en las Relaciones Sociales

La paciencia y la tolerancia eran pilares fundamentales en la vida del Imam Baqir (P), esenciales para una presencia constructiva y útil en la sociedad.

Un ejemplo paradigmático es la siguiente narración:

Un hombre no musulmán (cristiano) se encontró un día con el Imam Baqir (P). Por una razón desconocida, sentía rencor hacia Su Santidad, por lo que comenzó a insultarlo, alterando ligeramente su nombre:

'¡Tú eres un *baqara* (vaca)!'

El Imam, sin enojarse ni mostrar reacción alguna, respondió con calma: 'Yo soy Baqir.'

El hombre cristiano, al no lograr su objetivo, continuó:

'¡Tú eres el hijo de una mujer cocinera!'

El Imam respondió: 'Esa era su profesión (y no es motivo de vergüenza).'

El hombre cristiano, con creciente audacia, exclamó:

'¡Tú eres el hijo de una mujer negra, extranjera y...!'

El Imam (P) respondió: 'Si dices la verdad y mi madre era como la describes, le pido a Dios que la perdone, y si tus afirmaciones son falsas e infundadas, le pido a Dios que te perdone.'"

Ante la asombrosa paciencia y tolerancia del Imam Baqir (P), el hombre cristiano, que observó a esta figura influyente, respetada por sus estudiantes y por los Quraish y Bani Hashim, reaccionando con calma y sin represalias, se sintió condenado por su propia conciencia. Sin dudarlo, se disculpó y se convirtió al Islam. [14]

 

Sinceridad y Amor con los Amigos

La profunda sinceridad y el amor del Imam Baqir (P) por sus amigos eran evidentes en sus interacciones. Abu Ubayda, uno de sus amigos, relata:

En un viaje, fui compañero del Imam Baqir (P). Durante todo el viaje, siempre yo montaba primero y luego Su Santidad montaba en su montura (un gesto de máximo respeto y cortesía). Cuando nos subíamos a la montura y nos sentábamos juntos, me trataba con tanta amabilidad y me preguntaba cómo estaba, como si no nos hubiéramos visto en mucho tiempo.

Le dije: '¡Hijo del Mensajero de Dios! La forma en que tratas a tus compañeros y amigos, con tanta amabilidad y cariño, es algo que no he visto en nadie más. Si otros fueran así de amables, al menos al principio, sería algo muy valioso.'

El Imam Baqir (P) respondió: "¿Acaso desconoces el valor del saludo y el apretón de manos fraternal? Cuando los creyentes se saludan y se dan la mano con afecto, sus pecados son perdonados, como las hojas caídas, y permanecen bajo la bendición de la misericordia divina hasta que se despiden."

 

Amor y Afecto por la Familia

En la escuela de Ahl al-Bayt, el amor y el afecto familiar brillan con intensidad. Una vez, un grupo de visitantes se reunió con el Imam Baqir (P). Al entrar en su hogar, encontraron al Imam (P) con el rostro sombrío, la preocupación marcada por la enfermedad de su joven hijo. El Imam (P), conmovido, se movía ansiosamente de una habitación a otra, cuidando al niño. Los presentes, anticipando el dolor ante una posible pérdida, se preguntaban cómo reaccionaría el Imam (P).

De pronto, un lamento resonó. El niño había fallecido. Sin embargo, al reunirse con el Imam (P), la sorpresa los invadió: una serenidad inusual adornaba su rostro, diferente a la angustia previa.

Los invitados, consternados, expresaron su pesar. El Imam (P) les respondió con calma: "Anhelamos la salud y el bienestar de nuestros seres queridos, pero cuando la voluntad divina se manifiesta, aceptamos la providencia de Dios. Nos sometemos y estamos satisfechos con Su voluntad." [17]

Esta respuesta revela que la sumisión y la satisfacción no implican la anulación de las emociones humanas, sino su expresión apropiada, siempre guiada por la sumisión a la voluntad divina.

 

Respeto por los Derechos Sociales de los Creyentes

El Imam Baqir (P) siempre priorizaba los derechos sociales, incluso en momentos tensos. Zurara relata: "Acompañaba al Imam en el funeral de un hombre de los Quraish, donde también se encontraba un hombre llamado Ata. En medio del luto, una mujer estalló en llanto desgarrador. Ata, visiblemente molesto, le advirtió: '¡Cállate o me marcho!' e inmediatamente se alejó. La mujer, incapaz de contener su dolor, continuó lamentándose, y Ata, firme en su decisión, se marchó.

Relaté el incidente al Imam, esperando su juicio. Sin dudar, el Imam respondió: 'Sigamos con el funeral. Abandonar un deber social por el error de otro, es descuidar el derecho que nos da ser musulmanes.'

Tras la oración fúnebre, un familiar del difunto, en señal de agradecimiento, sugirió al Imam que se marchara. Aproveché la oportunidad: 'Ya que nos dan permiso, es prudente partir, pues tengo una pregunta que hacerle.'

El Imam, con una serenidad inquebrantable, replicó: 'No. No acudimos con su permiso, ni nos iremos ahora. Asistir al funeral de un creyente es una virtud, una recompensa que buscamos. Dios nos recompensa por cada momento que dedicamos para asistir al funeral de un creyente.' [18]

 

Atención a los Derechos Financieros de las Personas

El Imam Baqir (P) también se preocupaba por los derechos financieros, mostrando un profundo sentido de la justicia. Abu Thumama relata:

"Me dirigí al Imam Baqir (P) y le expresé mi devoción, diciéndole: 'Que mi vida sea un sacrificio por usted. Deseo residir en La Meca, pero tengo una deuda con un hombre que profesa una fe diferente. ¿Qué me aconseja? ¿Debo regresar a mi tierra natal para saldar mi deuda, o, dado que la fe de ese hombre es errónea, puedo posponer el pago y permanecer en La Meca?'

El Imam (P) respondió con firmeza: 'Regresa y paga tu deuda. Vive de manera que, al momento de tu muerte, te presentes ante Dios sin deberle nada a nadie. Un creyente verdadero jamás traiciona su palabra.'" [20]

 

Observar los Derechos y Necesidades Espirituales de las Esposas

El Imam Baqir (P) rechazaba la idea del monacato y la adoración aislada, destacando la importancia de vivir una vida plena. En lugar de ignorar las realidades de la existencia, el Imam (P) enfatizaba el equilibrio entre la espiritualidad y la vida familiar y social. Un día, un grupo de personas visitó al Imam Baqir (P) y observó que se había teñido el cabello. Curiosos, le preguntaron el motivo. El Imam (P) respondió: "Así como las mujeres se complacen en la apariencia de sus esposos, me he adornado para agradar a mis esposas."[22]

En otra narración Hasan Zayyat Basri relata:

“Junto a un amigo, visité al Imam Baqir (P). Al entrar, fuimos sorprendidos al encontrar al Imam en una habitación amueblada, con una tela rosada sobre los hombros. Su barba estaba recortada y sus ojos delineados con kohl.

Expresamos nuestras preocupaciones y formulamos nuestras preguntas. Al partir, el Imam (P) nos solicitó que regresáramos al día siguiente.

Al día siguiente, entramos en una habitación distinta, despojada de adornos, con solo una estera en el suelo. El Imam (P) vestía una sencilla camisa de tela áspera. Dirigiéndose a mi amigo, el Imam (P) explicó: '¡Oh, hermano Basri! La habitación que viste anoche pertenecía a mi esposa, con quien acababa de casarme. Todos los objetos eran suyos, pertenencias que ella había traído consigo. Ella se había adornado para mí, y yo, por mi parte, debía corresponder a su gesto con la misma consideración y afecto, evitando la indiferencia hacia sus gustos. Espero que no hayas albergado dudas sobre lo que viste anoche.'

Mi amigo respondió: 'Por Dios, sí, había dudado. Pero ahora, Dios ha disipado esa duda de mi corazón, revelándome la verdad.'"[23]

Este relato revela la sabiduría del Imam Baqir (P) y su comprensión de la naturaleza humana. El Imam (P) no esperaba que su esposa, recién casada, compartiera la austeridad que él mismo practicaba en sus asuntos personales. Al contrario, demostró empatía y respeto por los gustos y preferencias de su pareja, reconociendo la importancia de la reciprocidad en la relación conyugal.

La vida del Imam Muhammad al-Baqir (P) es un espejo completo que refleja la vida honorable de los seres humanos creyentes y elevados. Su existencia es un testimonio viviente de cómo la búsqueda del conocimiento no distrae de la moral y las virtudes espirituales, y cómo la dedicación a la espiritualidad, la adoración y la sumisión a Dios no impide la participación activa en la vida material, las relaciones sociales y la reforma de la sociedad.

En un mundo donde las personas comunes a menudo se ven atrapadas en extremos, ya sea en la exageración o el desprecio en diversos ámbitos, la figura del Imam Baqir (P) se destaca por su equilibrio. Mientras que algunos se entregan a la ascética y la adoración, llevándolos al aislamiento y la reclusión, y otros se enfocan en el trabajo y el esfuerzo, descuidando sus deberes religiosos y espirituales, el Imam (P) ejemplifica una vía media virtuosa.

 

Cuatro Milagros del Imam Baqir (P)

El Oasis del Desierto: El Milagro de la Paloma y la Palmera

Yabir ibn Yazid al-Yufi, compañero del Imam Muhammad al-Baqir (P) narra:

Acompañábamos al Imam en peregrinación a La Meca. Todos estaban sedientos pero la devoción y la esperanza mantenían firme sus espíritus.

De repente, una paloma, con el plumaje salpicado de polvo del viaje, descendió en picado y se posó frente al Imam (P). Su graznido, un lamento lastimero, resonó en el silencio del desierto. Yabir, instintivamente, extendió la mano para atraparla, pero la voz del Imam (P) le detuvo:

"Yabir, no la toques. Este ser alado se ha refugiado en nosotros los Ahl al-Bayt. Dice que durante tres años, pone sus huevos en las rocas de esta montaña. Pero cada vez, una serpiente venenosa viene a comer a sus polluelos. Ahora, suplica mi intercesión, y  pide que Dios proteja a sus polluelos."

El Imam (P) elevó sus manos al cielo y oró con una ferviente súplica. Y así fue. La serpiente, impulsada por una fuerza invisible, desapareció de la zona.

Cuando las primeras luces del alba comenzaron a pintar el horizonte, el Imam (P) detuvo la caravana y ordenó a sus compañeros desmontar. Se arrodilló sobre la arena, apartando con sus manos una pequeña porción. Luego imploró: "Oh Dios, purifícanos y sacia nuestra sed con tu infinita gracia."

En ese instante, una piedra blanca emergió de la arena. El Imam (P) la tomó entre sus manos, y debajo de ella, como un milagro, brotó un manantial de agua cristalina, fresca y vivificante. Los compañeros, con los corazones henchidos de gratitud, se lavaron y bebieron de aquella agua sagrada. El desierto, hasta hace poco implacable, se había transformado en un oasis de vida.

Más adelante, al acercarse a una aldea desolada, el Imam (P) se detuvo ante una palmera seca, con las ramas desnudas y sin fruto. El Imam Baqir (P) se dirigió al árbol y dijo: "¡Oh árbol, danos de lo que Dios ha creado en ti!"

Al instante, las ramas de la palmera se doblaron bajo el peso de dátiles maduros y jugosos. Los compañeros, atónitos, recogieron los frutos y los compartieron. La dulzura de los dátiles, el agua fresca y el alivio del sol de la mañana llenaron sus almas de alegría y gratitud.

Uno de los compañeros, abrumado por la incredulidad y la ignorancia, exclamó: "¡Nunca he visto algo así! ¡Ni siquiera de un hechicero!"

La mirada del Imam (P), antes llena de compasión, se tornó seria y firme. "No pronuncies palabras vanas y no mientas sobre nosotros, los Ahl al-Bayt. Lo que presencias no es hechicería, sino el poder que Dios nos ha concedido. Se nos han enseñado algunos de los nombres más sagrados de Dios. Invocamos a Dios con esos nombres y Él, en Su infinita misericordia, responde a nuestras súplicas y nos otorga Su gracia." [24]

 

¡El árbol que se movió!

Abbad ibn Kathir relata que un día le preguntó al Imam Baqir (P): "¿Cuál es el derecho del creyente sobre Dios?" El Imam permaneció en silencio. Insistió en su pregunta en dos ocasiones más, pero no obtuvo respuesta. Finalmente, el Imam explicó: "Uno de los derechos del creyente sobre Dios es que, si el creyente le dice a un árbol: '¡Ven!', Dios le permitirá al árbol que venga."

Luego, Abbad añade: "Por mi parte, juro por Dios que observé cómo el árbol cercano a nosotros se movió de su lugar y se dirigió hacia el Imam. Sin embargo, el Imam le hizo una señal y dijo: '¡Quédate en tu lugar! No me refería a ti.' Inmediatamente, el árbol volvió a su posición original y permaneció allí." [25]

 

La tierra que se convirtió en oro

Yabir ibn Yazid relata: Debido a dificultades económicas, perdí mi capital y caí en la pobreza. Por ello, acudí al Imam Muhammad Baqir (P) y le expresé mi necesidad. El Imam respondió: "Actualmente, no disponemos de nada". En ese momento, Kumayt al-Asadi entró y solicitó permiso para recitar unos versos de poesía que exaltaban las virtudes de Ahl al-Bayt. Al terminar, el Imam ordenó a su sirviente que entrara y le entregara un premio. El sirviente le entregó a Kumayt una bolsa de dirhams. Luego, Kumayt pidió permiso para recitar otro poema, y el Imam le concedió una segunda bolsa de dinero, repitiendo la misma acción con una tercera bolsa. Sin embargo, Kumayt declaró que no escribía poesía por dinero y rechazó los dirhams.

El Imam (P) ordenó entonces a su sirviente que devolviera las bolsas a la habitación, y así se hizo. Yabir continúa: "Sentí tristeza en mi corazón al ver que el Imam me decía que no tenía dinero, mientras que entregaba tres veces dirhams a Kumayt. Al expresar este sentimiento, el Imam me dijo: 'Yabir, entra en la habitación'. Cuando entré, no encontré nada allí. Regresé ante el Imam, quien afirmó: 'No te hemos ocultado nada'".

Luego, el Imam tomó mi mano y me llevó a la habitación. Pisó el suelo con su pie, y en ese momento, observé que un monto de oro emergía de la tierra. Entonces, el Imam me dijo: "Yabir, mira estas realidades y comprende que Dios nos ha otorgado el poder de realizar lo que deseamos". [26]

 

La resucitación del animal

Mufaddal ibn Umar relata: En un viaje entre La Meca y Medina, en compañía del Imam Muhammad Baqir (P), nos encontramos con una caravana que se había detenido en el camino. En su centro, un hombre se lamentaba amargamente. Su asno había muerto, dejando sus pertenencias esparcidas por el suelo.

Al divisar al Imam Baqir (P), el hombre gritó, su voz llena de desesperación: "¡Oh, hijo del Mensajero de Dios! Mi animal ha muerto, no tengo fuerzas para caminar, y temo ser abandonado en este desierto".

El Imam, con compasión, levantó las manos en oración. Entonces, ante la mirada atónita de todos, el asno del hombre se incorporó, vivo y vigoroso. La alegría del hombre fue inconmensurable. Un grito de júbilo rompió el silencio, seguido de lágrimas de gratitud. La caravana, testigo de este milagro, retomó su camino, con un renovado respeto por la sabiduría y la bendición del Imam Baqir (P). [27]

 

Notas:

1. Irshad Mufid 2/159, Manaqib 4/201, Kashf al-Qumma 2/330, al-Fusul al-Muhimma 213, Bihar 46/287.

2. Al-Manaqib 2/295, A'immatuna 1/351.

3. A'yan al-Shi'a 5/195.

4. A'yan al-Shi'a 5/194.

5. Sirat al-A'imma al-Ithna Ashar 2/202.

6. Bihar 46/355.

7. Bihar 46/357.

8. Haqqaq al-Haqq 12/189.

9. Bihar 46/295, al-Anwar al-Bahiyya 122, A'yan al-Shi'a 1/653.

10. Bihar 46/302.

11. Bihar 46/287, Kashf al-Qumma 2/334.

12. al-Fusul al-Muhimma 197.

13. Irshad 2/146, Rawdat al-Wa'izin 1/204, Kashf al-Qumma 2/321, al-Fusul al-Muhimma 215, Nur al-Absar

14. Manāqib Ibn Shahr Āshūb 4/207, Bihār 46/289, Nūr al-Absār, Māzandarānī 51, Aʿyān al-Shīʿa 1/653

15. Ver: Al-Anwār al-Bahiyya 123.

17. ʿUyūn al-Akhbār, Ibn Qutayba 3/66, Bihār 11/86

18. Bihār 46/301

20. ʿIlal al-Sharāʾiʿ 528, Bihār 103/142

22. Bihār 46/298

23. Bihār 46/293

24 Allameh Majlisi, Bihar al-Anwar, Vol. 46, p. 245, Hadiz 38.

25. Ibíd., p. 245, Hadiz 39.

26. Ibíd., p. 249, Hadiz 40

27 Ibíd., p. 239, Hadiz 23.

 

captcha