Para aprovecharse mejor de los beneficios materiales y espirituales del ayuno, el ayunante además de abstenerse de comer y beber, también debe abstenerse de cometer pecados. El ayunante debe ofrecer sus mejores esfuerzos para purificar su alma durante los días de ayuno purificándose a sí mismo y preparándose para recibir la gracia y la misericordia de Dios.